Apatía.


Poco a poco se había alejado, poniendo la suficiente distancia como para, por fin, relajarse y permitir que su rostro mostrase lo que sus ojos apenas podía ocultar, sus auténticos sentimientos.

'O mejor dicho...', pensó para sí mismo,'... la total ausencia de ellos'.

Delante de ellos, sus energías se concentraban en conseguir disimular lo suficiente como para que nadie hiciera ninguna pregunta que no quería responder.
Pero cuando conseguía ocultarse lo suficiente, su rostro perdía su sonrisa, su mirada se volvía vidriosa y dejaba de enfocar aquello que tanto anhelaba y a la par tanto daño le causaba.

Tenía que reconocerlo, de aquella persona que meses atrás era el vivo retrato de la alegría, el empuje y la ilusión, que siempre sabía cómo abordar el peor de los días con una socarrona sonrisa y una broma que conseguía arrancar sonrisas de todos, hoy apenas quedaba nada.
La Apatía había ganado la batalla, presentándose de improviso como la única salvación no invitada, cuando la incertidumbre, el anhelo, la desesperación y los sueños inalcanzables llevaban meses librando una cruenta batalla que lo había destrozado y vaciado.

Ahora, como cruel tirana que siempre es, se había adueñado del campo de batalla, estableciendo una dura y obligada tregua que había aparcado toda pasión.

Y aunque sabía cómo era y que la hoy salvadora se terminaría convirtiendo en cruenta dueña de su despojada alma, llenando el vacío que sus mejores emociones habían dejado de tristeza, en aquel momento era tan débil que le sabía a agridulce bálsamo en las heridas que recorrían su corazón.

Perdido en sus pensamientos, apenas acertó a ver cómo ella se percataba de su presencia en el fondo de aquel rincón y abandonaba el grupo para acercarse a buscarlo.
Y su gran sonrisa, mero reflejo de unos ojos llenos de alegría e ilusión, le hicieron levantar de nuevo la guardia, haciendo que los músculos de su cara adoptaran su forzada posición para mostrar la alegría perdida y disimular una vez más por y para ella (origen de su personal desgracia y destino de sus esfuerzos), mientras el mayor de los esfuerzos lo destinaba a conseguir que sus ojos dejasen de clamar ayuda con las lágrimas, queriendo mostrar la verdad que ocultaba en su alma, la llamada de socorro que no podía permitir que ella viese.


1 comentarios:

Anónimo jueves, 10 marzo, 2011  

Muy bonito y muy triste a la vez. Nunca he pensado poner un blog, porque pienso "¿Para que?, si ya hay gente que pone en palabras lo que ha veces pienso con mucho mas talento del que yo podria hacerlo".

Un abrazo

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