El Bombero y el Gilipollas.

Nota: Abajo hay música, para hacer más amena la lectura.


Hoy toca hablar un poco de mí, algo en lo que no me prodigo en absoluto.

Y es que uno, además de Informático o similar, resulta que también es Bombero.

No de esos con casco, hacha y manguera (aunque cualquier día llegaré a mi mesa y me encontraré el casco, me lo temo), pero sí de los que uno llama cuando no sabe a quién más recurrir.

El caso es que debe ser algo vocacional, puesto que ya hace años me dio, por mediación de un amigo, por hacerme voluntario de Cruz Roja cuando terminé la Universidad. En aquel entonces no es que no tuviese nada mejor que hacer, pero eran los tiempos de la 'Mili', de la PSS (Prestación Social Sustitutoria) cuando se suponía que cada ciudadano varón debía dedicar un tiempo a la Sociedad que había facilitado que estudiase o aprendiese un oficio.

Ya entonces debería haber empezado a mosquearme, puesto que aunque lo cierto es que no destacaba por nada (era de lo más 'del montón' que podía ser uno), al poco tiempo de entrar ya tuve mi primera 'oportunidad' de ejercer como tal.

Era una madrugada, sobre las 7 de mañana cuando la M40 empieza a ponerse curiosa de tráfico y había estado lloviendo toda la noche.
Debía ser mi tercera guardia, la primera de noche, y la verdad es que yo estaba ACOJONADO. Pero bueno, conmigo estaban los objetores de aquel año que llevaban ya 2-3 meses haciendo guardias y saliendo a los avisos.
Nos activaron para un accidente de tráfico en la M40: 'conductor herido y atrapado'.

De camino el acojone iba en aumento, aunque me tranquilizaba pensar que aquellos tíos de casi 30 años (yo tenía 21) iban conmigo y sabrían lo que tenía que hacer.

Según llegamos me bajé de la ambulancia y me dirigí al coche mientras ellos cogían el material, para enterarme de cómo estaba el herido.
Consciente y orientado el chaval, cuyo coche había patinado y se había ido contra el quitamiedos, sonrió al verme e iba respondiendo a las preguntas que nos habían enseñado a hacer para obtener información de los propios enfermos.
Viendo que el golpe había sido considerable, y advirtiendo que mis compañeros objetores estaban detrás mía, me di la vuelta para preguntarles '¿qué hacemos? ¿qué necesitáis que haga?'.

Pero mira tú por donde, fui yo quien recibió las respuestas: '¡¿qué?! ¡¿qué hacemos tío?! ¿qué necesitas, qué te traemos?!'.

Joder, os juro que en aquel momento me quedé helado durante un par de segundos que a mí me parecieron minutos. ¿Ellos preguntándome a mí? ¿pidiéndome que les dijese qué tenía que hacer?
Joder, joder, joder... si yo no era más que un puto crío de mierda de 21 años, que había recibido un curso de unas cuentas semanas y que aún no sabía que coño hacía allí en lugar de estar en mi casa.

Y entonces sucedió, fue el momento en el que uno decide quedarse bloqueado porque no vale para aquello, o sin saber cómo desde dentro algo reacciona y le incita a actuar.

Abrí la boca y solté... 'Necesito un collarín, mediano... y el ferno para inmovilizar y sacarlo del coche, traer también el maletín de oxigenoterapia y que alguno vea si puede acceder por la puerta del acompañante para ayudarme'.

Y ahí empezó... en ese momento debí adquirir, sin saberlo, el título de 'Bombero', el que aparece o al que solo se llama cuando uno tiene una emergencia.

Porque eso es lo que sucede.

No sé como, con el tiempo me he convertido en el 'amigo invisible', ese al que casi nadie ve pero tiene cerca para las emergencias.
Se rompe el ordenador... pues le doy un toque a Manu y que me lo mire.
Tengo un problema en el curro, le doy un toque a Manu y se lo cuento, a ver qué me aconseja.
Tengo alguna movida personal, pues le doy un toque a Manu y que me eche un cable.




Y lo más cojonudo, es que en el trabajo hace tiempo que también se han enterado y hace tiempo que me dieron el mismo título.

De hecho, estoy esperando llegar algún día a mi sitio y encontrarme que me han puesto un cristal con un 'Romper en Caso de Emergencia' escrito sobre él.

Ahora, solo para 'actuaciones estelares' (os juro que esas son palabras textuales de uno de mis jefes), si no es así que nadie me moleste que ya me tienen otros marrones preparados para mí.




Tan absurdo es el tema, que hace dos años ya estuve a punto de largarme (en plena crisis) por esto mismo. Que también tiene cojones, que en plena crisis y con millones de parados voy yo y me encuentro con una oferta sobre la mesa que ni siquiera buscaba.

Y me quedé porque el tema iba a cambiar y así fue al principio, hasta que hemos vuelto a las andadas.

Y eso es lo que me toca los cojones, y que me perdonen las señoras.

Porque uno también podría opinar antes de que surgieran los problemas, hablar desde su experiencia, ser consultado sobre cuál es la mejor opción y si creo que es conveniente hacer tal o cuál cosa. Pero no, sea en el trabajo o fuera de él, esas ocasiones son las mínimas y encima de tapadillo.

Y mirar, eso cansa... cansa hasta que el puto cansancio se empieza a convertir en hastío, y luego el hastío en hartazgo.

Porque te cansas de que solo recurran a ti para que escuches sus lamentos, sus problemas (que muchas veces tú ya habías visto venir) y lo mal que están por todo ello.

Pero no me entendáis mal, porque no quiero decir que no quiero que lo hagan. La puta realidad es que además de bombero uno es gilipollas... perdón, GILIPOLLAS, porque hace tanto tiempo que pasé de bueno que he llegado al extremo de la gilipollez máxima.
Así que aunque esté harto, siempre estoy dispuesto a escuchar o echar una mano cuando lo necesitan, porque uno tiene corazón y en mundo lleno de hijos de puta que solo van a lo suyo, solo conocen el YO y les da igual lo que le pase al que tiene la lado, es tan gilipollas que no puede evitar estar ahí.

Supongo que va en mi naturaleza, porque aunque alguna otra vez he intentado cambiarlo para volverme un cabrón egoísta como muchos otros, a lo más que he conseguido llegar ha sido a asilarme un poco de todo hasta que he empezado a sentirme mal por no echar un cable a quien lo necesita.

Será por eso por lo que me pasé 5 años en Cruz Roja como voluntario, incluso habiendo ya cumplido más que sobradamente con la misma Sociedad que cuando iba a jugarme el tipo para ayudarla me insultaban, me miraban con caras destempladas porque ellos habían 'pedido una ambulancia de verdad', me llegaban a amenazar con agredirme y en una ocasión me la jugué metiéndome en un garaje con coches ardiendo a sacar al dueño de uno de ellos que pretendía apagarlo con un extintor.
En un par de ocasiones llegué a tener que mediar entre dos tíos que me sacaban una cabeza y se habían zurrado de lo lindo, e incluso tuve que ir a dos juicios a declarar por un homicidio porque la defensa del presunto asesino pensó que la mejor estrategia era culpar a esos pringados de Cruz Roja y decir que habían llegado tarde para atender a la víctima.

Pero lo peor, en realidad, es que cuando te pasas el puto día haciendo de bombero para todo el mundo, no solo dejas de importarles a todos ('es tu trabajo, así que no te quejes') sino que te das cuenta de que tú no tienes bombero gilipollas al que llamar.
Unas veces porque pasan, otras porque tras la emergencia se vuelven a olvidar de ti y otras porque la gente tiende a pensar que alguien que sabe darles las respuestas que buscan debe tener la puta vida resuelta.

Así que aunque uno aprende a sobrellevarlo, cuando se empiezan a juntar tantos y tantos fuegos, llega un momento en que te empiezan a desbordar. Solo que tú no tienes caja con cristal 'solo para emergencias' que romper, porque a ti te han puesto al otro lado.

Y entonces te hartas, te cansas, te empiezas a levantar de mal humor porque duermes mal... y eso termina notándose. Pero tú eres el GILIPOLLAS, el que está en lo más alto de la escala de Bomberos y no tienes a quién cojones llorarle para desahogarte un rato.
Así que lo único que te queda es ponerte una canción y empezar a contar al mundo que en tu epitafio alguien escribirá:

Aquí yace Manu, un gran bombero y un aún más gran Gilipollas.


Porque si esto fuese una película, igual terminaba siendo el héroe, como alguien me dijo hace no mucho cuando le conté que en un vuelo Madrid-Munich me puse a atender a una señora que se había desmayado y caído (rompiéndose el brazo) porque nadie sabía qué coño hacer.
Pero esto es el puto mundo real, y en el mundo real no hay héroes, solo bomberos gilipollas. Y aunque salve el puto mundo, pocos o nadie se lo agradecerán y la chica guapa no se irá con él porque sea una gran y buena persona.

En el mundo real siempre ganan los mismos, y no siempre son los buenos. Bueno, la verdad es que casi nunca ganan los buenos.



Así que lo siento, pero creo que aún me llevará un tiempo recuperar el bueno humor. De momento solo aspiro a encontrar algún lugar tranquilo y aislado en el que tumbarme a lamer mis heridas.



P.D. Quiero añadir, porque si no lo hago no estaría siendo justo, que sí que he encontrado a buenas personas capaces de escuchar y también a muchas personas agradecidas. El problema es que son los menos, muchos menos, y nunca se les tiene lo suficientemente cerca.

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